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martes, 8 de enero de 2013

Educar o no educar, esa es la cuestión


El gobierno de Sebastián Piñera endureció su posición con respecto a la crisis educativa chilena. Sus últimas declaraciones fueron muy claras. Para él, los manifestantes estudiantiles no son personas que bregan legítimamente por obtener una educación pública, gratuita y obligatoria sino mocosos maleducados y vándalos. “Nada es gratis en la vida”, se encargó de recordar el presidente por si alguien lo olvidaba en su mundo neoliberal.
¿Cómo puede ser que Chile tenga la enseñanza universitaria más cara del mundo? La respuesta no está tan lejos: privatizaciones, reducción del gasto público, oportunidades para pocos y ventajas para los ricos. Por sólo citar algunos estragos de las épocas de Augusto Pinochet y las similitudes de la actual gestión trasandina con el antiguo régimen militar. Así comienzan a juntarse las piezas de este complejo rompecabezas que acrecienta la exclusión, desigualdad social y el nivel de analfabetismo. Argentina lo sabe muy bien, basta con recordar el devastador gobierno de Carlos Menem.
El nivel educativo de una persona es fundamental para su desarrollo integral. Sus conocimientos adquiridos serán los que definan a posteriori su función en la sociedad. Ya lo decían los filósofos de la Antigua Grecia: "La sabiduría es la madre de la reflexión, privilegio de los hombres libres". He ahí la importacia y necesidad de una educación pública. El saber libera, clarifica y posibilita mejores elecciones. La ignorancia ata, encadena y produce ceguera.
Por otro lado, invertir en educación es asegurarse el futuro. Poseer un factor crucial para ganar competitividad en el exterior, aumentar el PBI y erradicar la discriminación e inequidad. Tanto en Argentina como en Brasil se evidenció en los últimos años un sustentable y sostenido crecimiento económico gracias a las políticas sociales de sus últimos gobiernos.
A través de la inversión educativa de sus Estados se mejoró, entre otras cosas, la calidad de vida de la mayoría de sus habitantes y potenció la cohesión social. En contraposición, Chile defiende una Universidad privada y sumamente cara. Algunos estudiantes sólo pueden estudiar con créditos que luego los endeudan de por vida.
Según el Artículo 13 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de las Naciones Unidas todo individuo tiene derecho a recibir una educación pública, gratuita y obligatoria. Y para los jóvenes chilenos no queda otra que pelearla hasta alcanzar esa legítima garantía constitucional: la igualdad educativa. En la calle, en el Congreso, en la puerta de la Moneda, porque, como dice Piñera, nada es gratis en la vida.

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