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sábado, 19 de febrero de 2011

Avatares

Mirada vacía, semblante lívido, vidas inconclusas. A veces el mundo se olvida de los pétalos de las rosas y sólo reconoce sus espinas. En África hace mucho tiempo que las palabras futuro y dignidad tienen vedada su existencia.

Para algunos es una cuestión de espacio: tantas muertes evitables por guerras y desnutrición colapsan sus realidades.

“Lo que te propongas, por más imposible que sea, lo lograrás con esfuerzo y perseverancia”, me dijo una vez mi querido abuelo Jorge. Nunca lo olvidaré. Pero a veces ¿con qué fuerzas pueden encarar un porvenir mejor aquellos que hace años están olvidados, excluidos e ignorados? ¿Quién se acuerda de sus sueños si ni siquiera pueden vivir dignamente? ¿Cuál es la vara de la justicia en estas situaciones?

Por momentos no entiendo nada: si Dios existe, si la vida tiene sentido en determinadas circunstancias. Tampoco me convencen ciertas supersticiones del destino que algunos se empeñan en mencionar. Creo más bien en fallas humanas; ahora a la igualdad se la llama superioridad e inferioridad y a las personas, mercancías. Aquella anhelada inocencia encontró su definitivo entierro en el tercer continente.

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