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miércoles, 8 de enero de 2014

Un poco (bastante) de amor francés


El primer gran mérito del film tiene nombre y apellido: Adèle Exarchopoulos. Si alguna palabra, de entre muchas, puede definir lo que esta joven de 20 años hace ante la cámara, esa es la de milagro. Difícil recordar en la pantalla grande semejante entrega física y humana por parte de una intérprete tan novata. 

Sus escenas, su sensibilidad y su profundidad actoral son un canto al cine, al arte en estado puro. Como si de sus poros brotara talento desenfrenadamente. Como si ponerse en la piel de su engorroso personaje no le costara ningún esfuerzo. De seguro, los cinéfilos van a agradecer sobremanera el nacimiento de esta nueva estrella francesa.

Y para ello, la arriesgada apuesta formal de su director, Abdellatif Kechiche -creador de La Faute à Voltaire(2000), L'Esquive(2003) y La graine et le mulet(2007)-, es fundamental. Sus estéticos y cuidadosos primeros planos propician su total lucimiento y que el espectador, claro, se sumerja plácidamente con ella. Esas tomas cómplices, esa poética secuencia cinematográfica acompaña la vida de la joven 24 horas: vaya donde vaya, haga lo que haga. Condición que constituye su segundo gran logro: adentrarse de forma radical en el día a día de una chica que pasa a ser mujer. Y con la misma obsesión con que ella persigue a su objeto de deseo.

Su acierto reside precisamente en conseguir que el público sepa lo que piensa cuando ni siquiera habla. Sus gestos, sus miradas, sus muecas, sus tics… Todo ello son parte de un universo entrañable y estremecedor que cada uno indefectiblemente acaba apropiando. Amando.

Mucho se ha criticado al largometraje por sus extensas y explícitas escenas de sexo, pero poco se ha reposado en lo necesario y natural que es el mismo acto sexual para la vida de todo ser humano. El conservadurismo, empapado hasta el cuello de falsos dogmas católicos, todavía no entendió que no porque se escondan o repriman ciertas cuestiones, las mismas dejarán de existir. Quizás deba enterarse que estamos en el siglo XXI y que, por más que sus mentes se hayan paralizado, el mundo siguió andando. Avanzando, aunque a veces el paso del tiempo sea engañoso y no rime necesariamente con la evolución. 

Es que sin estas imágenes el film perdería su encanto, su magia, su credibilidad. Su hipnótica cotidianidad. Esa belleza que sólo la espontaneidad puede emanar. Sin perder de vista, por supuesto, que todo depende del acertado pulso del director para convertir lo soez en mágico, como bien lo ejemplifica Kechiche.


Porque La vida de Adèle no es tan solo una historia de amor entre dos chicas, como en muchos sitios se ha intentado vender. La presencia de Emma (una estupenda y sensual Léa Seydoux) es crucial en la narración, para el proceso de cambio y aprendizaje de la protagonista. Sin embargo, lo que aquí cuenta, en lo que el director centra su mirada, es taxativamente en ese paso de la juventud a la vida adulta de Adele. En su frondosa y dolorosa madurez. En sus desaciertos, en esa furiosa lucha amorosa: porque ¿qué humano renuncia a alguien que ama por el simple hecho de que esté en pareja o que no sea correspondido en un momento determinado?

Asimismo ella es el motor de una cinta que habla de muchos otros temas como el rol de la familia en la constitución de la identidad de una persona, la existencialidad, el despertar sexual, el deseo, la retrógrada e insólita discriminación que aún hoy el homosexual padece, la desolación y la complejidad que acarrea toda relación humana.
La vida de Adèle es un film intimista, plagado de referencias literarias y que, pese a ser muy francés, es absolutamente universal. Kechiche, huyendo de cualquier sensiblería o tópico, consigue que la frialdad con la que normalmente se tratan en el séptimo arte la homosexualidad y la adolescencia pase a ser de una calidez y calidad enormes. Y logra lo que el cine (y la gente ya no): construir una gran historia de amor. 


Con los años recordaremos esta película, sus integrantes, sus instantes, sus sensaciones. Pero principalmente la brillante actuación que supone el viaje personal de Exarchopoulosvéase cómo pasa del hermetismo al desborde emocional, de la pasividad a la fiereza, de la melancolía que la cerca a dejarse llevar por la sensualidad de un baile (gran escena), de la locura amorosa a la pasividad otra vez. O cómo hace coexistir máscara social y corazón partido, en la extraordinaria escena del baile africano.  

Es que Adèle no vive, arde. No llora, llueve. No actúa, conmueve. Y así todo el tiempo a través de un logro artístico mayúsculo. De un goce lírico permanente. Y que tiene un solo ideólogo: Abdellatif Kechiche.

Puntaje: 10.
Nombre original: La vie d'Adele.
Director: Abdellatif Kechiche.
Género: Drama.  
Países de origen: España, Francia, Bélgica.
Calificación: Apta para mayores de 16 años.
Fecha de estreno(Argentina): 02/01/2014.
Distribuidora: Distribution Company.
Reseña: A sus 15 años, Adèle no tiene dudas de que una chica debe salir con chicos. Su vida cambiará para siempre cuando conozca a Emma, una joven de pelo azul, que le descubrirá lo que es el deseo y el camino hacia la madurez. Así, Adèle crecerá, se buscará, se perderá y se reencontrará… y todo bajo la atenta mirada de quienes la rodean.


Metraje: 179 minutos.

Premios: Palma de Oro en la edición 2013 de Cannes, Premio Fipresci de la Crítica a la Mejor Película del 2013.  

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