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lunes, 28 de septiembre de 2015

Libertad

¿La libertad? La libertad es indefinible. La libertad es como una quebrada. Mucho se habla de ella. Mucho se malversa. Demasiado se pernocta en su nombre. Harto se enarbola en nombre de no sé qué libre expresión. La libertad es como un espejo. La libertad es como un higo seco. La libertad es como una libra de azúcar. La libertad es tentadora. La libertad es pródiga. La libertad es llanto. Pero nadie conoce la mía ni el dolor que la misma produce. La libertad es pretérita. La libertad no es libre. La libertad es como una estrella en lo alto de una rama. La libertad es con lo que tropiezas cuando escribes un haiku o, en fin, te acuerdas que los ojos no tienen fronteras y, de repente, te llevan a una muralla de amarantos o al lejano Oriente. La libertad es todo aquello que aún no hemos vivido alrededor de la garganta. La libertad, sin darnos cuenta, es como una dulce tatarabuela que aprendió de la propia ausencia de esa palabra. La libertad es como la boca de una geisha, delicada y turbia, transparente y cierta, callada y alumbrada al mismo tiempo.


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