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martes, 1 de mayo de 2018

LA NADA ERA PEOR QUE EL DOLOR

No recordaba haberse sentido tan mal. Su incertidumbre era peor que el dolor. Su nada era peor que el dolor. No hay posibilidad de duelo con la nada. La ausencia de definiciones, por más crueles que sean, la tenían dopada, muerta en vida. Prolongó la angustia con intermitencias y distintas profundidades durante ese incierto período. No podía detener las imágenes que se superponían una tras otra en su cabeza. Deseaba profundamente retroceder la película, despertarse de esa pesadilla. Se esforzaba por vivir, por pensar en otras cosas pero cada conversación conducía en algún punto con las derivaciones de su error. El parque de diversiones se tornó maldito. Infernal. Necesitaba volver a creer en sí misma, que algo la volviese a motivar. Su auto-decepción era abismal, adormeció todo su campo de acción. El simple hecho de verse como única responsable de su derrumbe profesional la devastaba. No sería capaz de soportarlo. El tiempo había registrado el juego de sus cartas, percibía que nada volvería a ser igual. Rezaba mucho. Sin la contención de su novia, sin la lectura y la escritura, hubiese sido nada para siempre.