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lunes, 18 de junio de 2012

Esperando el milagro auriazul


Es muy difícil escribir después de semejante derrota de Central contra Chacarita. Todavía duele el cuerpo, aún el alma está destruida y la razón desentendida. Dolió ver a esas miles de caras auriazules llegar el domingo totalmente alegres e ilusionadas al Gigante, y luego observarlas tristemente con lágrimas en los ojos, bañadas de absoluta desazón. El tren ya pasó varias veces y las oportunidades cada vez son menos. No es justo: el amor incondicional del hincha de Central no se lo merece.

Imposible explicar el orgullo canalla. Con lluvia, granizo o partidos jugados en la Quiaca, la hinchada está presente. El canalla jamás abandona, acompaña y alienta a su equipo hasta el final en cualquier lugar. Y lo que es más maravilloso: siempre está a su lado, en las buenas pero por sobre todo en las malas. 

¿De cuántas otras hinchadas se puede decir lo mismo? ¿De cuántos otros clubes se puede observar todos los fines de semana el Estadio colmado de gente, y con un recibimiento glorioso hacia su equipo? Acaso, ¿no es esa la mejor incentivación que puede tener un plantel para salir a la cancha a comerse crudo al rival?

Por eso, el enojo aún persiste. ¿Cómo narrar las múltiples sensaciones padecidas la última y tétrica mañana de domingo en el Gigante? Con sólo mirar a los ojos a cada hincha bastaba para darse cuenta del sentimiento. 

No hay explicaciones: los canallas nacemos así, no nos hacemos hinchas de un cuadro en vida por conveniencia, oportunismos o campeonatos ganados. Los colores auriazules están grabados en nuestro ADN. Ni la formidable y talentosa pluma del negro Fontanarrosa pudo describir con palabras, la enorme pasión que siente el hincha por la camiseta de Central.

Sin embargo, a pasar de tener al sufrimiento como parte integrante de la genética centralista, soñamos como todo amante del fútbol, en ver a nuestro Club peleando por cosas importantes. Y a jugadores que dejen el corazón en cada pelota. Que con entereza sepan a rajatabla qué colores están vistiendo.

Esa misma ilusión que se despertó hace varios partidos atrás, cuando la victoria no nos era ajena, hoy está debilitada pero no muerta. No sé por qué. Y ni si otros canallas sienten lo mismo: pero conservo aún una pequeña luz de esperanza que revive la fe y los sueños auriazules. Tengo el presentimiento que, fiel a la genealogía de la Academia, se logrará luego de tanta angustia, el ansiado ascenso.

Falta poco, todavía no está nada dicho y todo puede pasar la próxima y última fecha. El destino ya nos jugó bastantes malas pasadas, es hora de que vuelva a estar a nuestro favor. Intuyo que así será. 

Y más allá de todo y de algunos errores tácticos, confío plenamente en Juan Antonio Pizzi. Sé que fueron dos derrotas decisivas, más bien: mortales. Pero no se puede ser desagradecido. No reconocer su campaña realizada con un equipo que el año pasado ni siquiera soñaba con la promoción, es un acto, cuanto menos, mezquino. 

A los guerreros se los banca hasta el final, como dicta la historia canalla. Ahora más que nunca hay que estar unidos bajo un mismo objetivo: el regreso a Primera, de donde nunca tendríamos que habernos ido.

Sinceramente presiento que una inmensa alegría se aproxima, y ahí sí que nadie podrá robarnos la ilusión. Gracias Central por existir, juro que si no existieses te inventaría. Quién no siente y vive el fútbol de esta forma, se está perdiendo algo verdaderamente maravilloso en la vida. 

Canalla: "No hay guerrero sin heridas. Se perdieron algunas batallas pero no la guerra. La lucha continúa y todavía estamos de pie".